martes, 15 de julio de 2014

El cascarudo y los sombreros


El cascarudo y los sombreros
     Por un camino verde de yuyos bajos y matas de jarilla venía el cascarudo.
     De un palito que apoyaba en su hombro colgaban montones de sombreros.
     Caminaba dos pasos adelante y tres para el costado, caracoleando por el peso de su carga.
     _ ¡A los sombreros con ala y cinta! ¡Sombreros de junco y rama de sauce para el paseo, para la fiesta! Hay sombreros, ¡Qué sombreros! Barato vendo, ¡Señora, venga y vea! Recibo menta, algarroba madura, pétalos de alhelí.
     Con paso bailado de vendedor ambulante pasaba el cascarudo. Su pregón aprovechaba los vaivenes del viento y llegaba hasta la entrada de los hormigueros, hasta las ramas altas donde se reúnen las arañas, hasta las zonas húmedas y oscuras donde se reúnen los caracoles.
     La lagartija madre se asomaba cautelosa y lo miraba pasar. Pero sus lagartijas corrían junto al vendedor, lo rodeaban y lo envolvían en preguntas. Que de qué colores, que cómo se usan, que para qué sirven.
     El cascarudo les respondía pero sin detenerse, porque las lagartijas no les compran sombreros a sus hijas. Pinceles sí, para pintar la cara escondida de las piedras; abanicos sí, para ayudar al viento del verano; pero nunca sombreros.
     _ ¡Con flor de alfalfa para soñar! ¡Con pluma de gaviota para viajar! _ seguía ofreciendo el cascarudo.
     El palito de tamarisco se curvaba con el peso de los sombreros que se columpiaban al ritmo de su paso. Paso lento y bochinchero de vendedor.
     El cascarudo conocía muy bien ese camino que estaba recorriendo. Era un pasadizo desde donde se veía el río estirándose allá abajo. Después de un corredor de piedra comenzaba el bosque de neneos, donde duermen las mariposas nocturnas.
     Ése era un bosque que él había visto crecer y que daba a un claro donde había una caída de agua. El cascarudo aprovechó el paisaje, descargó los sombreros y se tiró a descansar. Se sentía tan cómodo como si estuviera en el patio de su casa. El agua lo adormecía y el aire lo aliviaba con su ala fresquita. Estiró las patas una por una, se aflojó las antenas y se fue quedando dormido.
     Entonces, detrás de una piedra, algo comenzó a acercarse. Se movía en silencio; era algo oscuro y con patas que se ocultaba bajo una hoja de álamo. Frip, frip, frip, hacían sus pasos caminando de costado. El cascarudo seguía dormido. La hoja se fue acercando, frip, frip, y se quedó quieta junto al vendedor.
     De pronto, el viento hizo volar la hoja y ahí estaba él, el cangrejo, que ahora, inmóvil, miraba al cascarudo y a los sombreros.
     _ ¡Qué hermosos sombreros me he encontrado! _ murmuró con mala intención. Los fue levantando despacito, uno por uno, y después se fue, haciéndose el distraído.
     Poco después, una lagartija que estaba tomando sol lo vio pasar maravillada.
     _ ¿Qué piensa hacer con tantos sombreros, Don Cangrejo? _ le preguntó.
     _ ¿Tantos? No son tantos _ le respondió _. Apenas uno o dos para cada día. Y siguió yéndose, casi tapado por los sombreros.
     Cuando el pobre cascarudo despertó, comenzó el griterío. La noticia corrió de boca en boca y de antena en antena.
     _ ¡Han robado los sombreros del cascarudo! ¡Los han robado! ¡Busquen al ladrón!
     _ ¡Ohé, ohé, yo lo alcanzaré! _ dijo decidida la liebre que no sabía hacia dónde correr, pero sin embargo corría.
     _ ¡Peces, oigan peces! _ gritó la rana _. ¡Han robado los sombreros del cascarudo! ¿No los vieron por ahí?
     _ No los hemos visto. Pero buscaremos. ¡Buscaremos! _ le contestaron.
     Justo en ese momento, en medio del barullo se abrió paso la lagartija y detrás de ella, sus hermanas.
     Pudo haber sido el cangrejo _ dijo agitada y temerosa _. Yo lo vi pasar con los sombreros.
     Fue entonces cuando comenzó la búsqueda en las orillas del agua. Piedra por piedra buscaron; recorrieron escondites y hormigueros; pero nada.
     La langosta tuvo una idea y llamó a sus amigos para compartirla. Era una buena idea. La langosta fue la primera en ponerla en práctica:
     _ ¡Qué calor, qué calor! ¿Quién me vende un sombrero para viajar mejor? _ saltó gritando.
     _ ¡Quiero comprar un sombrero con puntillas para pasear por estas orillas! _ vociferó la lagartija.
     _ ¿Quién me vende un parasol? _ canturreaba el caracol.
     Pero el cangrejo, oculto entre unas piedras, pensó que eran muchos bichos para un cangrejo solito. Entonces dejó caer al agua, uno a uno, los sombreros robados. Parecían barcazas de colores que se iba llevando el río.
     _ ¡Mis sombreros, salven mis sombreros! _ gritó desesperado el cascarudo.
     Las arañas de agua, que ya los habían visto venir, tejieron una red, y en la red se enredaron los sombreros.
     _ ¡Aquí están! _ suspiró la lagartija y ayudó a sacarlos del agua. El vendedor aprovechó para darle un beso de muchas gracias y después volvió a colgar su mercadería en las espinas del palito.
     _ ¡Gracias a todos! _ dijo, y partió con su paso acompasado. _ ¡A los sombreros con ala y cinta! ¡Elegantes y con flor!
     Pero mientras se iba escuchó un trotecito detrás de él. Era la lagartija que se tocaba la cabeza y decía:
     _ ¡Qué calor, don Cascarudo! ¡Qué calor!
     El vendedor acercó los sombreros a los ojos chispeantes.
     _ ¿Cuál te gusta? _ le preguntó con una sonrisa.
     _ ¡No, señor Cascarudo, faltaba más! _ dijo la lagartija madre con un poquito de vergüenza, tironeando a su hija de la cola.
     Pero el cascarudo puso un sombrero sobre la cabeza de la pequeña y sacó de otro una flor, para la madre. Besó la flor, hizo una reverencia para entregársela, y se fue. Caminaba cinco pasos y se daba una vuelta para mirar a la lagartija que lo saludaba abrazada a su flor.
     _ ¡Con flores de malvón para la ilusión! ¡Con flores de romero porque te quiero! _ iba gritando el cascarudo.



● Responder…

1)     ¿Qué vendía el cascarudo?


2)     ¿Qué le preguntaban las lagartijas al cascarudo?


3)     ¿Qué pasó con los sombreros cuando el cascarudo se quedó dormido?


4)     ¿Qué animales estaban buscando los sombreros?


5)     ¿Qué hizo el cangrejo para que no lo culpen de robarse los sombreros?


6)     ¿Qué le regaló el cascarudo a la lagartija madre?


 Pintar en la sopa de letras cinco personajes del cuento.

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