El deseo del rey Midas
Midas, rey de Frigia, tenía motivos
para sentirse orgulloso: el dios Baco, que visitaba los viñedos de la región,
se había hospedado en el palacio real. Durante diez jornadas memorables, el rey
lo agasajó con manjares y vinos. Al día once, antes de partir, Baco agradeció
la hospitalidad, luego de un último brindis:
_ Midas, has sido muy generoso conmigo, así que te cumpliré un deseo.
Dime qué quieres y yo te lo daré.
_ ¿Realmente... puedo pedir cualquier deseo? _ preguntó Midas.
_ Lo que sea, cualquier cosa _ aseguró con firmeza el dios.
El rey buscó dentro de sí un deseo importante, a fin de aprovechar el
ofrecimiento.
_ ¡Lo tengo! Quiero que todo lo que toque se convierta en oro.
Baco se asombró por el pedido:
_ Querido Midas..., ¿acaso no tienes oro de sobra?
El soberano le guiño un ojo, cómplice:
_ Lo cierto es que el oro jamás es suficiente, ¿sabes? ¡Cuanto más tienes, más
quieres!
_ Creo que es un don dañino, pero cumplo y concedo _ afirmó el dios, y se fue.
El rey, antes de que el polvo se pudiera asentar tras los pasos de Baco, quiso
comprobar el don y cortó una ramita del roble más próximo, que al instante se
transformó en oro. Eufórico, tocó una piedra... ¡y amarilleó también de
oro! Rozó un terrón de arcilla, y ya no fue más terrón, sino un lingote
de oro. Corrió por los campos de trigo, transformando en oro las espigas. De
vuelta en el palacio, apoyó sus palmas en las altas puertas, y enseguida
despidieron fulgurantes rayos dorados. ¡En pocas horas, Midas se hizo tan rico
que ya no podía calcular su fortuna! Era tan feliz, tan inmensamente feliz que se
sentía desbordado, exultante. Los cortesanos lo miraban bailar y reír en el
jardín, admirados por las prodigiosas transformaciones.
Dichosos, los criados prepararon la mesa, y el rey se dispuso a comer, sin
dejar de hacer proyectos... ¡Podría convertir el reino entero en un tesoro!
En el lavamanos, apenas el agua se escurrió entre sus dedos se hizo sólida, oro
en gotas. Midas no se preocupó todavía: tomó un trozo de carne, intentó
masticarla y casi perdió los dientes; ¡se había transformado en metal! Y el pan
y las semillas de centeno, las aceitunas y los quesos, la miel... cada manjar
se cubría de láminas doradas ante el mínimo contacto con los labios del rey.
Pasaron las horas, y el oro se acumuló tanto como la sed y el hambre. Hasta sus
lacayos se ocultaron dentro del palacio, temerosos de quedar convertidos en
estatuas vivientes.
Midas, colmado por la desesperación, fue al jardín para hacer ofrendas al dios,
ya advertido de que había cometido un error descomunal. Presa de impotencia,
golpeó la tierra con sus puños, de rodillas...
_ ¡Perdóname, Baco! ¡Qué terrible locura cometí! _ gritó el rey, sin
esperanzas.
Fue tan sincera la súplica, que Baco se hizo presente enseguida:
_ Vamos, Midas, ponte de pie. Te has pasado de codicioso; pero tendrás una
oportunidad: ve donde nace el río Pactolo y báñate en sus aguas.
Midas obedeció y se bañó en las aguas cristalinas: el poder aurífero pasó al
río, donde aún resplandece en su lecho de arena... y oro.
El rey Midas, aliviado, sólo necesitaba una cosa... ¡un trozo de pan, un jarro
de agua!
_
Responder…
1)
¿Quién se alojó en el
palacio real?
2)
¿Qué deseo pidió el rey
Midas?
3)
¿Cuáles fueron las cosas
que se convirtieron en oro?
4)
¿Qué sucedió cuando Midas
intentó comer un trozo de carne?
5)
¿Qué tuvo que hacer el rey
para perder su poder de convertir las cosas en oro?
6)
¿Qué cosas necesitaba
finalmente el rey Midas?
_ Buscar
en el diccionario el significado de las siguientes palabras…
Hospedar:
Agasajar:
Euforia:
Codicia:
_
Inventar un final distinto sobre el mito “El deseo del rey Midas”.